Arquitectura
Extracto de la Novela: ¿Crees en el destino? -Parte VII-
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Realmente Julia nunca sabía adónde iba, pero la vida seguía su curso y
ella se veía inevitablemente siempre arrastrada, y sobre eso no sabía cómo
sentirse. En cierta manera, todo era más fácil si te dejabas llevar y sólo
improvisabas tu papel en una historia sin guión. Pero por otro lado, era como
si sus impresiones, sentimientos y decisiones no importaran en realidad. Lo
único importante era nadar a favor de la corriente. Nunca dejar de nadar. Esta
sensación la inquietaba, a veces, pues nunca se sentía plena, y su conciencia
le decía que las cosas, si cambiaban solas, sólo lo harían para peor. ¿No era
esa una razón suficiente como para hacer algo? Mientras quedase tiempo,
mientras tuviese fuerzas para levantarse y negarse a sucumbir más; Mientras
quedaran ilusiones, ambición y eufórica juventud... Si no atrapaba el momento,
éste se deslizaría entre sus dedos, desvaneciendo todo futuro auténtico, suyo.
Sólo necesitaba tener agallas y gritar. Ese era el primer paso.
Julia caminaba a primera hora de
la mañana a través del casco histórico de Sevilla, mientras los segundos de fervorosa
felicidad con Lucas se disipaban a cada paso que ella recorría. Pero, las
vacaciones, incluso las más dulces, debían tener fecha de caducidad, era parte
de la magia de vivir.
Saludos, besos y abrazos la
acogieron al entrar de nuevo en el estudio. Incluso, los más reservados y
serios tuvieron miradas de bienvenida para ella. Y Julia no podía estar más
ilusionada con la atención, y más satisfecha con su trabajo.
-Julia, menos mal que ya has
vuelto; de veras espero que hayas disfrutado de las vacaciones, querida.
Ricardo la abrazó tras decir
estas últimas palabras, y la condujo a la sala de juntas para poner a Julia al
día de las actuaciones del estudio y debatir qué papel tomaría ella a partir de
ahora en el equipo. Estaba tan entusiasmado que Julia no pudo evitar sentirse
pagada de sí misma y emocionada ante la perspectiva de estar al mando de las
decisiones más importantes. Al fin su sacrificio daba frutos.
-El equipo se encuentra ahora
inmerso en la redacción del proyecto de ejecución, que está dándonos muchísimos
quebraderos de cabeza con el tema de facilitar su construcción atendiendo a las
técnicas y al material en Londres… Pero, no todo discurre en torno a esto, y
realmente ahora mismo creo que está sólo para perfilarlo. Sin embargo, no todo está
resultando tan gratificante y efectivo. Nos acaba de ofrecer el ayuntamiento la
oportunidad de diseñar un edificio dotacional para la ciudad, y por supuesto,
creo que no deberíamos desaprovechar la oportunidad. El programa por otra parte
es fantástico, ciertamente bonito…
Se trataba de un cobijo para el
recuerdo, madriguera de sueños y esperanzas, de historias que nunca quisimos
olvidar. Una búsqueda del conocimiento introspectivo y personal, atemporal más
eventual, una llama que se avivaba a sí misma en el anhelo de un corazón melancólico.
-¿Una casa de la memoria?-
Inquirió Julia.
-Un espacio para reflexionar.
Casa social de recuerdos compartidos, memoria social de una cultura, un pueblo…
Sé que te apasionará…
Y sin duda, lo haría.
El reloj marcaba medianoche,
Lucas se habría ido a acostar ya, enojado por la insistencia de Julia de
dirigirse al estudio un momento sólo… Pero realmente notaba como las ideas
inundaban su cerebro y debía volcarlas en dibujos y esquemas que desahogaran su
mente antes de que éstas escapasen al vacío del olvido. Y ahí estaba, enterrada
entre cuadernos, folios de diapost y todo tipo de lápices y colores. Si
realmente su arquitectura era fruto de su forma de ser, esta casa de la memoria
partiría del caos más absoluto. Y empezó a dibujar, y a borrar y a cambiar de
bolígrafo buscando la tinta que fuese capaz de capturar lo que veía en su
cabeza. Sabía lo que quería, incluso tenía capturadas en su mente imágenes
puntuales de qué pretendía conseguir con el proyecto, pero a la hora de empezar,
de estructurar y ver cómo toda su ensoñación podía hacerse corpórea,
simplemente no era capaz. Veía en su iluminación artística la contraposición
entre un espacio hermético, un baúl de los recuerdos interaxtivo y pantallas
donde los visitantes se ahogaran en la simultaneidad de múltiples fuentes de
información. Donde alguien realmente no pudiese explicar un elemento completo
entendido, sino una serie de emociones e imágenes aprehendidas. Un espacio que
no aportara una historia de principio y fin, y por tanto agotable al observador.
Un espacio cambiante que abrumara a un observador que pudiese mirar al todo y a
la nada a la vez. Un espacio cercado e introspectivo donde las paredes quedasen
impregnadas de imágenes y recuerdos que la población depositara durante años,
reinventando el espacio y sobreponiendo diversas memorias. Un recinto donde
todo tuviese cabida, desde un infantil dibujo, hasta la foto más antigua y
preciada encontrada en un corral de vecinos. Un área que a la vez fuera
pincelada por pantallas integradas al revestimiento que a modo de imagen sobre
la pared proporcionara todo tipo de material audiovisual, aportado por la
población, un disco duro de la memoria del barrio. Donde imágenes, videos,
música se empañaran de nostalgia y agitación. Dónde mezclar sabores del tiempo.
Y como no, todo en la vida poseía un ying y un yang. Frente a este espacio
donde la propia población exponía qué querían ver y qué querían mostrar, su
casa de la memoria; se situaba en el otro extremo, la visión del arquitecto. El
anti espacio en todo su ser. Un recorrido para la meditación que a su vez fuera
dentro y fuera, que fuera movimiento y extensión. Un plano que se curvase y fuese
museo real. No un museo donde exponer piezas desarraigadas, un museo que
expusiese cada elemento en su estado natural, en su origen y razón de ser, pues
solo así se entienden. Y… ¿Cómo? Agudizando la mirada. Un plano que enfocase,
que se cerrase en sí mismo indicando el determinado punto desde el que ver elementos
clave del barrio, mostrar nunca fue tan bello como a través del vacío de una
ventana sin vidrio. La realidad sin cautiverio, única, pero intencionada. El
recorrido de este lazo sólo es una excusa para atraer al visitante a un paseo
distinto y peculiar, donde solo importa recordar, perderse en el barrio y
mirarlo con pausa. Abandonar la celeridad que nos acompaña diariamente en nuestros
rudimentarios y repetitivos trayectos. Y este nuevo recorrido, se doblegaría y haría
parador y punto de oteaje, reposo y descanso en señaladas zonas, las elegidas
por el arquitecto. Su propuesta frente a la del ciudadano. Ésta inevitablemente
e irrevocablemente acabaría en la misma superficie del rio, volcando al
visitante en sí mismo, en su reflejo sobre el agua.
Y sin embargo, la guerra contra
el trazo la estaba perdiendo Julia tras cada tachón que enfurecía su pulso.
Necesitaba calmarse, encontrar la manera, y… Necesitaba a Lucas. Lucas…
Seguramente ya estuviese dormido. Y algo molesto con ella. En cualquiera de los
casos, su proyecto tendría que esperar hasta mañana. Con un grito ahogado,
Julia desató su frustración con el último folio arrugado y aplastado en su
mano. El objeto chocó contra la pared y cayó a los pies de alguien. Julia
levantó la mirada, no había sentido a nadie llegar. A esas horas…
Su pulso se aceleró batiendo
violentamente contra el vacío de la habitación, sus ojos quedaron abiertos
incrédulos y sorprendidos y su estómago dio un brusco vuelco dentro de ella. Se
encontraba petrificada, enmudecida, apasionada. Su karma inesquivable la
buscaba hasta en el más recóndito de sus escondrijos, en la soledad de su
estudio a las dos de la mañana, en la profundidad de un abismo de bocetos, esquemas
y reflexiones.
Sergio…
-Tú… - Fue todo cuanto Julia pudo
musitar antes de volver a perder el habla ante el trastorno que sobrecogía su
ser con frivolidad y aterradora aceptación. Era como si todo este tiempo
hubiese sabido que Sergio y ella volverían, como si hibernara calmada
aguardando a la vida a golpearla y dejarla inconsciente. Como si al fin, la
expectación hubiese cesado, su destino daba la cara y ella sólo podía hacerle
frente con perturbadora aceptación.
-Bueno, será mejor que me vaya…
Nunca desearía molestarte… Adiós Julia.
Sergio se giró con la pesadumbre
en sus pasos y justo antes de cerrar la puerta, la voz de Julia lo detuvo.
-No. Espera, ¡échame un cable con
esto!
Sólo gritar. Ese era el primer paso.
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