sábado, 17 de octubre de 2015

Arquitectura

Arquitectura

Extracto de la Novela: ¿Crees en el destino? -Parte VII-
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Realmente Julia nunca sabía adónde iba, pero la vida seguía su curso y ella se veía inevitablemente siempre arrastrada, y sobre eso no sabía cómo sentirse. En cierta manera, todo era más fácil si te dejabas llevar y sólo improvisabas tu papel en una historia sin guión. Pero por otro lado, era como si sus impresiones, sentimientos y decisiones no importaran en realidad. Lo único importante era nadar a favor de la corriente. Nunca dejar de nadar. Esta sensación la inquietaba, a veces, pues nunca se sentía plena, y su conciencia le decía que las cosas, si cambiaban solas, sólo lo harían para peor. ¿No era esa una razón suficiente como para hacer algo? Mientras quedase tiempo, mientras tuviese fuerzas para levantarse y negarse a sucumbir más; Mientras quedaran ilusiones, ambición y eufórica juventud... Si no atrapaba el momento, éste se deslizaría entre sus dedos, desvaneciendo todo futuro auténtico, suyo. Sólo necesitaba tener agallas y gritar. Ese era el primer paso.


Julia caminaba a primera hora de la mañana a través del casco histórico de Sevilla, mientras los segundos de fervorosa felicidad con Lucas se disipaban a cada paso que ella recorría. Pero, las vacaciones, incluso las más dulces, debían tener fecha de caducidad, era parte de la magia de vivir.
Saludos, besos y abrazos la acogieron al entrar de nuevo en el estudio. Incluso, los más reservados y serios tuvieron miradas de bienvenida para ella. Y Julia no podía estar más ilusionada con la atención, y más satisfecha con su trabajo.
-Julia, menos mal que ya has vuelto; de veras espero que hayas disfrutado de las vacaciones, querida.
Ricardo la abrazó tras decir estas últimas palabras, y la condujo a la sala de juntas para poner a Julia al día de las actuaciones del estudio y debatir qué papel tomaría ella a partir de ahora en el equipo. Estaba tan entusiasmado que Julia no pudo evitar sentirse pagada de sí misma y emocionada ante la perspectiva de estar al mando de las decisiones más importantes. Al fin su sacrificio daba frutos.
-El equipo se encuentra ahora inmerso en la redacción del proyecto de ejecución, que está dándonos muchísimos quebraderos de cabeza con el tema de facilitar su construcción atendiendo a las técnicas y al material en Londres… Pero, no todo discurre en torno a esto, y realmente ahora mismo creo que está sólo para perfilarlo. Sin embargo, no todo está resultando tan gratificante y efectivo. Nos acaba de ofrecer el ayuntamiento la oportunidad de diseñar un edificio dotacional para la ciudad, y por supuesto, creo que no deberíamos desaprovechar la oportunidad. El programa por otra parte es fantástico, ciertamente bonito…
Se trataba de un cobijo para el recuerdo, madriguera de sueños y esperanzas, de historias que nunca quisimos olvidar. Una búsqueda del conocimiento introspectivo y personal, atemporal más eventual, una llama que se avivaba a sí misma en el anhelo de un corazón melancólico.

-¿Una casa de la memoria?- Inquirió Julia.
-Un espacio para reflexionar. Casa social de recuerdos compartidos, memoria social de una cultura, un pueblo… Sé que te apasionará…


Y sin duda, lo haría.


El reloj marcaba medianoche, Lucas se habría ido a acostar ya, enojado por la insistencia de Julia de dirigirse al estudio un momento sólo… Pero realmente notaba como las ideas inundaban su cerebro y debía volcarlas en dibujos y esquemas que desahogaran su mente antes de que éstas escapasen al vacío del olvido. Y ahí estaba, enterrada entre cuadernos, folios de diapost y todo tipo de lápices y colores. Si realmente su arquitectura era fruto de su forma de ser, esta casa de la memoria partiría del caos más absoluto. Y empezó a dibujar, y a borrar y a cambiar de bolígrafo buscando la tinta que fuese capaz de capturar lo que veía en su cabeza. Sabía lo que quería, incluso tenía capturadas en su mente imágenes puntuales de qué pretendía conseguir con el proyecto, pero a la hora de empezar, de estructurar y ver cómo toda su ensoñación podía hacerse corpórea, simplemente no era capaz. Veía en su iluminación artística la contraposición entre un espacio hermético, un baúl de los recuerdos interaxtivo y pantallas donde los visitantes se ahogaran en la simultaneidad de múltiples fuentes de información. Donde alguien realmente no pudiese explicar un elemento completo entendido, sino una serie de emociones e imágenes aprehendidas. Un espacio que no aportara una historia de principio y fin, y por tanto agotable al observador. Un espacio cambiante que abrumara a un observador que pudiese mirar al todo y a la nada a la vez. Un espacio cercado e introspectivo donde las paredes quedasen impregnadas de imágenes y recuerdos que la población depositara durante años, reinventando el espacio y sobreponiendo diversas memorias. Un recinto donde todo tuviese cabida, desde un infantil dibujo, hasta la foto más antigua y preciada encontrada en un corral de vecinos. Un área que a la vez fuera pincelada por pantallas integradas al revestimiento que a modo de imagen sobre la pared proporcionara todo tipo de material audiovisual, aportado por la población, un disco duro de la memoria del barrio. Donde imágenes, videos, música se empañaran de nostalgia y agitación. Dónde mezclar sabores del tiempo. Y como no, todo en la vida poseía un ying y un yang. Frente a este espacio donde la propia población exponía qué querían ver y qué querían mostrar, su casa de la memoria; se situaba en el otro extremo, la visión del arquitecto. El anti espacio en todo su ser. Un recorrido para la meditación que a su vez fuera dentro y fuera, que fuera movimiento y extensión. Un plano que se curvase y fuese museo real. No un museo donde exponer piezas desarraigadas, un museo que expusiese cada elemento en su estado natural, en su origen y razón de ser, pues solo así se entienden. Y… ¿Cómo? Agudizando la mirada. Un plano que enfocase, que se cerrase en sí mismo indicando el determinado punto desde el que ver elementos clave del barrio, mostrar nunca fue tan bello como a través del vacío de una ventana sin vidrio. La realidad sin cautiverio, única, pero intencionada. El recorrido de este lazo sólo es una excusa para atraer al visitante a un paseo distinto y peculiar, donde solo importa recordar, perderse en el barrio y mirarlo con pausa. Abandonar la celeridad que nos acompaña diariamente en nuestros rudimentarios y repetitivos trayectos. Y este nuevo recorrido, se doblegaría y haría parador y punto de oteaje, reposo y descanso en señaladas zonas, las elegidas por el arquitecto. Su propuesta frente a la del ciudadano. Ésta inevitablemente e irrevocablemente acabaría en la misma superficie del rio, volcando al visitante en sí mismo, en su reflejo sobre el agua.
Y sin embargo, la guerra contra el trazo la estaba perdiendo Julia tras cada tachón que enfurecía su pulso. Necesitaba calmarse, encontrar la manera, y… Necesitaba a Lucas. Lucas… Seguramente ya estuviese dormido. Y algo molesto con ella. En cualquiera de los casos, su proyecto tendría que esperar hasta mañana. Con un grito ahogado, Julia desató su frustración con el último folio arrugado y aplastado en su mano. El objeto chocó contra la pared y cayó a los pies de alguien. Julia levantó la mirada, no había sentido a nadie llegar. A esas horas…
Su pulso se aceleró batiendo violentamente contra el vacío de la habitación, sus ojos quedaron abiertos incrédulos y sorprendidos y su estómago dio un brusco vuelco dentro de ella. Se encontraba petrificada, enmudecida, apasionada. Su karma inesquivable la buscaba hasta en el más recóndito de sus escondrijos, en la soledad de su estudio a las dos de la mañana, en la profundidad de un abismo de bocetos, esquemas y reflexiones.
Sergio…
-Tú… - Fue todo cuanto Julia pudo musitar antes de volver a perder el habla ante el trastorno que sobrecogía su ser con frivolidad y aterradora aceptación. Era como si todo este tiempo hubiese sabido que Sergio y ella volverían, como si hibernara calmada aguardando a la vida a golpearla y dejarla inconsciente. Como si al fin, la expectación hubiese cesado, su destino daba la cara y ella sólo podía hacerle frente con perturbadora aceptación.



-Bueno, será mejor que me vaya… Nunca desearía molestarte… Adiós Julia.
Sergio se giró con la pesadumbre en sus pasos y justo antes de cerrar la puerta, la voz de Julia lo detuvo.
-No. Espera, ¡échame un cable con esto!



Sólo gritar. Ese era el primer paso.







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