sábado, 17 de octubre de 2015

Agua blanca


Ser agua clara una mañana,
apresurada columna de mar,
aderezo de cristalinas perlas de sal;

peinada en valles y laderas,
bullente de efervescencia...
jugoso reflejo del cielo en la arena.

Ser río en busca de un cauce,
espuma bordada en corrientes...
joven corazón, vestido de nenúfares;

brotes de húmeda felicidad,
que vierte a tu sonrisa
e inunda la basílica.

Ser un día clara agua blanca,
dulce delirio que fluye al altar
a tu tierna alianza.




Mas tú, hoy,
aún eres sueño de lluvias venideras.




Arquitectura

Arquitectura

Extracto de la Novela: ¿Crees en el destino? -Parte VII-
© Copyright Por Ti



Realmente Julia nunca sabía adónde iba, pero la vida seguía su curso y ella se veía inevitablemente siempre arrastrada, y sobre eso no sabía cómo sentirse. En cierta manera, todo era más fácil si te dejabas llevar y sólo improvisabas tu papel en una historia sin guión. Pero por otro lado, era como si sus impresiones, sentimientos y decisiones no importaran en realidad. Lo único importante era nadar a favor de la corriente. Nunca dejar de nadar. Esta sensación la inquietaba, a veces, pues nunca se sentía plena, y su conciencia le decía que las cosas, si cambiaban solas, sólo lo harían para peor. ¿No era esa una razón suficiente como para hacer algo? Mientras quedase tiempo, mientras tuviese fuerzas para levantarse y negarse a sucumbir más; Mientras quedaran ilusiones, ambición y eufórica juventud... Si no atrapaba el momento, éste se deslizaría entre sus dedos, desvaneciendo todo futuro auténtico, suyo. Sólo necesitaba tener agallas y gritar. Ese era el primer paso.


Julia caminaba a primera hora de la mañana a través del casco histórico de Sevilla, mientras los segundos de fervorosa felicidad con Lucas se disipaban a cada paso que ella recorría. Pero, las vacaciones, incluso las más dulces, debían tener fecha de caducidad, era parte de la magia de vivir.
Saludos, besos y abrazos la acogieron al entrar de nuevo en el estudio. Incluso, los más reservados y serios tuvieron miradas de bienvenida para ella. Y Julia no podía estar más ilusionada con la atención, y más satisfecha con su trabajo.
-Julia, menos mal que ya has vuelto; de veras espero que hayas disfrutado de las vacaciones, querida.
Ricardo la abrazó tras decir estas últimas palabras, y la condujo a la sala de juntas para poner a Julia al día de las actuaciones del estudio y debatir qué papel tomaría ella a partir de ahora en el equipo. Estaba tan entusiasmado que Julia no pudo evitar sentirse pagada de sí misma y emocionada ante la perspectiva de estar al mando de las decisiones más importantes. Al fin su sacrificio daba frutos.
-El equipo se encuentra ahora inmerso en la redacción del proyecto de ejecución, que está dándonos muchísimos quebraderos de cabeza con el tema de facilitar su construcción atendiendo a las técnicas y al material en Londres… Pero, no todo discurre en torno a esto, y realmente ahora mismo creo que está sólo para perfilarlo. Sin embargo, no todo está resultando tan gratificante y efectivo. Nos acaba de ofrecer el ayuntamiento la oportunidad de diseñar un edificio dotacional para la ciudad, y por supuesto, creo que no deberíamos desaprovechar la oportunidad. El programa por otra parte es fantástico, ciertamente bonito…
Se trataba de un cobijo para el recuerdo, madriguera de sueños y esperanzas, de historias que nunca quisimos olvidar. Una búsqueda del conocimiento introspectivo y personal, atemporal más eventual, una llama que se avivaba a sí misma en el anhelo de un corazón melancólico.

-¿Una casa de la memoria?- Inquirió Julia.
-Un espacio para reflexionar. Casa social de recuerdos compartidos, memoria social de una cultura, un pueblo… Sé que te apasionará…


Y sin duda, lo haría.


El reloj marcaba medianoche, Lucas se habría ido a acostar ya, enojado por la insistencia de Julia de dirigirse al estudio un momento sólo… Pero realmente notaba como las ideas inundaban su cerebro y debía volcarlas en dibujos y esquemas que desahogaran su mente antes de que éstas escapasen al vacío del olvido. Y ahí estaba, enterrada entre cuadernos, folios de diapost y todo tipo de lápices y colores. Si realmente su arquitectura era fruto de su forma de ser, esta casa de la memoria partiría del caos más absoluto. Y empezó a dibujar, y a borrar y a cambiar de bolígrafo buscando la tinta que fuese capaz de capturar lo que veía en su cabeza. Sabía lo que quería, incluso tenía capturadas en su mente imágenes puntuales de qué pretendía conseguir con el proyecto, pero a la hora de empezar, de estructurar y ver cómo toda su ensoñación podía hacerse corpórea, simplemente no era capaz. Veía en su iluminación artística la contraposición entre un espacio hermético, un baúl de los recuerdos interaxtivo y pantallas donde los visitantes se ahogaran en la simultaneidad de múltiples fuentes de información. Donde alguien realmente no pudiese explicar un elemento completo entendido, sino una serie de emociones e imágenes aprehendidas. Un espacio que no aportara una historia de principio y fin, y por tanto agotable al observador. Un espacio cambiante que abrumara a un observador que pudiese mirar al todo y a la nada a la vez. Un espacio cercado e introspectivo donde las paredes quedasen impregnadas de imágenes y recuerdos que la población depositara durante años, reinventando el espacio y sobreponiendo diversas memorias. Un recinto donde todo tuviese cabida, desde un infantil dibujo, hasta la foto más antigua y preciada encontrada en un corral de vecinos. Un área que a la vez fuera pincelada por pantallas integradas al revestimiento que a modo de imagen sobre la pared proporcionara todo tipo de material audiovisual, aportado por la población, un disco duro de la memoria del barrio. Donde imágenes, videos, música se empañaran de nostalgia y agitación. Dónde mezclar sabores del tiempo. Y como no, todo en la vida poseía un ying y un yang. Frente a este espacio donde la propia población exponía qué querían ver y qué querían mostrar, su casa de la memoria; se situaba en el otro extremo, la visión del arquitecto. El anti espacio en todo su ser. Un recorrido para la meditación que a su vez fuera dentro y fuera, que fuera movimiento y extensión. Un plano que se curvase y fuese museo real. No un museo donde exponer piezas desarraigadas, un museo que expusiese cada elemento en su estado natural, en su origen y razón de ser, pues solo así se entienden. Y… ¿Cómo? Agudizando la mirada. Un plano que enfocase, que se cerrase en sí mismo indicando el determinado punto desde el que ver elementos clave del barrio, mostrar nunca fue tan bello como a través del vacío de una ventana sin vidrio. La realidad sin cautiverio, única, pero intencionada. El recorrido de este lazo sólo es una excusa para atraer al visitante a un paseo distinto y peculiar, donde solo importa recordar, perderse en el barrio y mirarlo con pausa. Abandonar la celeridad que nos acompaña diariamente en nuestros rudimentarios y repetitivos trayectos. Y este nuevo recorrido, se doblegaría y haría parador y punto de oteaje, reposo y descanso en señaladas zonas, las elegidas por el arquitecto. Su propuesta frente a la del ciudadano. Ésta inevitablemente e irrevocablemente acabaría en la misma superficie del rio, volcando al visitante en sí mismo, en su reflejo sobre el agua.
Y sin embargo, la guerra contra el trazo la estaba perdiendo Julia tras cada tachón que enfurecía su pulso. Necesitaba calmarse, encontrar la manera, y… Necesitaba a Lucas. Lucas… Seguramente ya estuviese dormido. Y algo molesto con ella. En cualquiera de los casos, su proyecto tendría que esperar hasta mañana. Con un grito ahogado, Julia desató su frustración con el último folio arrugado y aplastado en su mano. El objeto chocó contra la pared y cayó a los pies de alguien. Julia levantó la mirada, no había sentido a nadie llegar. A esas horas…
Su pulso se aceleró batiendo violentamente contra el vacío de la habitación, sus ojos quedaron abiertos incrédulos y sorprendidos y su estómago dio un brusco vuelco dentro de ella. Se encontraba petrificada, enmudecida, apasionada. Su karma inesquivable la buscaba hasta en el más recóndito de sus escondrijos, en la soledad de su estudio a las dos de la mañana, en la profundidad de un abismo de bocetos, esquemas y reflexiones.
Sergio…
-Tú… - Fue todo cuanto Julia pudo musitar antes de volver a perder el habla ante el trastorno que sobrecogía su ser con frivolidad y aterradora aceptación. Era como si todo este tiempo hubiese sabido que Sergio y ella volverían, como si hibernara calmada aguardando a la vida a golpearla y dejarla inconsciente. Como si al fin, la expectación hubiese cesado, su destino daba la cara y ella sólo podía hacerle frente con perturbadora aceptación.



-Bueno, será mejor que me vaya… Nunca desearía molestarte… Adiós Julia.
Sergio se giró con la pesadumbre en sus pasos y justo antes de cerrar la puerta, la voz de Julia lo detuvo.
-No. Espera, ¡échame un cable con esto!



Sólo gritar. Ese era el primer paso.







miércoles, 14 de octubre de 2015

La Falda Roja

Me levanté temprano, como casi siempre en esos días, sin realmente saber si dormía o no, si el tiempo pasaba, o si todo al final resultaría haber sido un sueño. Un retorcido y amargo sueño. Me molestaba mucho encontrarme a conocidos, y más aún que desconocidos intentaran conocerme o preocuparse por mí. Al fin y al cabo, nunca antes lo habían hecho. ¿Qué necesidad tenia el panadero de sonreírme? Y, ¿por qué todos se empeñaban en hacerme preguntas a las que siempre daría las mismas respuestas? No es que quisiera mentir, es que no sabía ni cómo se podía responder de otro modo. Siempre había sido así. Era una farsa sobreentendida, todos debían preguntar, mas nadie esperaría recibir una respuesta real; de tal forma que un "estoy bien" se convirtió en mi frase más ensayada. La cual cada vez salia de mis labios con más rapidez, y tristemente con menos sentido.

Me acerqué al armario, o quizás no llegué ni a hacerlo. Me vestí, de rojo. Aunque en ese momento no lo vi. Digamos que últimamente habían pasado muchas cosas, justo delante de mis ojos, y no las había visto. Mi cerebro era demasiado despistado o simplemente no creía la mitad de lo que mis ojos manifestaban. En cualquiera caso, ignorar, era màs fácil que aprender a lidiar con ello. Por eso quizás tampoco presté la adecuada atención a lo que llevaba y por todo eso, quizás, no supe entender lo que luego sucedió.



Hablé durante todo el camino, era como si de pronto hubiese vuelto a la escena en el segundo acto, sin saber realmente qué pasó con el primero. Pero eso no parecía importarme; ni tampoco pareció importarme el atravesar aquella vieja cancela oxidada, que convertía el paseo en amarga procesión, y despojaba a los niños de su infancia.

Mas nadie más hablaba ni respondía y todos miraban al frente, con ese gesto de quien sabe que se avecina una tormenta; el otoño a tus infantiles pupilas. A medida que avanzaba, la visión a mi alrededor iba calando en mi piel, punzonando un velo de inocencia que se deshilachaba paso a paso. Amargo camino ausente, a refugio de un cercado de afilados cipreses.

Y entonces comprendí que algo estaba mal. 
Yo no podía presentarme con aquella falda roja a la reunión. ¿Cómo no había comprendido que era la única aún que veía el mundo de color? Y era tan irrespetuoso y tan absurdo, que quise llorar. Porque ante todo, era tarde. Tarde para cambiar mi atuendo, para cambiar mi dirección. Mi mundo se agitaba en una turbia borrasca y yo, claramente no estaba preparada para formar parte. Yo aún vestía de rojo.

Al doblar la esquina de su calle, la ansiedad desataba el arrepentimiento en mi pecho. La impotencia me invadía y el enojo revolvía mis tripas.



Al llegar,
la desilusión lo barrió todo.
Sólo había flores, coronas de flores sobre una tapa vieja y ruinosa. Solamente eso. Y lloré. Lloré porque sólo me importaba a mí que aquello lo fuera todo, que el fin fuera nada. Porque sólo yo sabía lo que representaba, y absolutamente nadie me juzgaría a mí en un encuentro vacío. De pronto, todo lo que cobraba sentido minutos atrás, no existía más. Porque las flores sobre tu lecho también eran de color, y no por ello cambiarían la oscura realidad que quedaba gravada en mi recuerdo.

Aquel encuentro fue el único en muchos años. Si las flores sobre tu memoria marchitaban, que mi espíritu olvidara que un día también habían sido rojas.


Escape

I escaped.

When your whole life is based on making every minute count, you start to look at time and opportunity in a different way. It is no longer about waiting for life to get back at you or about giving it away to contentment.The controversial part of finding your comfort zone is, it's acknowledging the moment to run away from it.There is never enough time if you plan on living for two, never a spare second to waste while breathing, when she couldn't. Never letting down can be a very lonely pathaway, exhausting and overwhelming. But that's the price for growing up.

Long story short,
I could tell you that's why I escaped.

Instead, to make things easier for you, I will just say, because I wanted to.

viernes, 9 de octubre de 2015

In between levels


There are those who wish to stay on the ground floor. With an eye on the doorway, they wear their heart on the sleeve and get all suddenly carried away by the wind. Easy-comers and -goers, who leave and forget locks unlocked.

Then there's those who prefer looking out from the window from higher up; hands holding thin air, cup of tea for rainy days. Never did they use the stairs, their head's always on the clouds, any way.

Not least important is the underground crew. They met in the shadows, saw clearer than ever, in candlelight they cherish intimacy.

I, for some reason, never found myself in elevators, missed the buttom, got blocked by closing doors. Managed to jump out, not without much effort, and missed the floor;

kept my heart always inbetween levels.

The plan

Some people might think I have all my life planned up.

Well, maybe deep down I do. Or maybe all our lives are actually planned up; call it destiny if you may, I just got that gut feeling about it. How can you know what you don't know? Well, I think sometimes you just need to follow your intuition, and carry along. And sometimes, it is about making a decision, and pushing for it. Be clear about what you want, and if you don't just know, figure it out. It is about it being crystal clear. About not forgetting who you are, who you were, what your aim was. Your essence, you.

After that, it's all just straight forward.